04 June 2009

Guadalupe la chinaca II

Hace casi dos años, en noviembre de 2007, publiqué un 'post' llamado "Guadalupe, la chinaca" haciendo referencia a una obra de Amado Nervo. [ver post].

Curiosamente, ese título es que que más búsquedas reporta en las estadísticas de visitantes de mi humilde blog. Quizás los cibernautas se encuentren en la búsqueda del texto original, y en un acto de civilidad cultural, más que de plagio artrero, me permito reproducir el texto publicado en el libro "Poesías completas", Ed. Nueva España, México, 1944, pp 269 - 271*.
Que lo disfruten.

Otros Poemas
III
Guadalupe.
Para el Dr. Manuel Flores, quien me pidió unos versos nacionales.

Con su escolta de rancheros
diez fornidos guerrilleros y en su cuaco retozón
que la rienda mal aplaca,
Guadalupe la chinaca va a buscar a Pantaleón.

Pantaleón es su marido,
el gañán más atrevido con las bestias y en la lid:
faz trigueña, ojos de moro,
y unos músculos de toro y unos ímpetus de Cid.

Cuando mozo fue vaquero,
y en el monte y el potrero lo fatiga lo templó
para todos los reveses,
y es terror de los fraceses, y cien veces lo probó.

Con su silla plateada,
su chaqueta alamarada, su vistoso cachirul
y la lanza de cañutos,
cabalgando pencos brutos, ¡qué gentil se ve el gandul!

Guadalupe está orgullosa
de su prieto: ser su esposa le parece una ilusión,
y al mirar que en la pelea
Pantaleón no se pandea, grita: ¡viva Pantaleón!

Ella cura a los heridos
con remedios aprendidos en el rancho en que nació,
y los venda en los combates
con los rojos paliacates que la pólvora impregnó.

En aquella madrugada, todo halaga su mirada,
finge pórfido el nopal,
y los órganos parecen candelabros que se mecen
con la brisa matinal.

En los planes y en las peñas, el ganado entre las breñas
rumia, trisca mugidor
azotándose los flancos, y en los húmedos barrancos
busca tunas el pastor.

A lo lejos, en lo alto, bajo un cielo de cobalto
que desgarra su capuz,
van tiñéndose las brumas como un piélago de plumas
irisadas por la luz.

Y en las fértiles llanadas, entre milpas retostadas
de calor, pringan el plan
amapolas, maravillas, zempalxochitls amarillas
y azucenas de San Juan.

Guadalupe va de prisa, de retorno de la misa:
que, en las fiestas de guardar,
nunca faltan las rancheras
con sus flores y sus ceras a la iglesia del lugar;
con su gorra galonada, su camisa pespunteada,
su gran paño para el sol,
su rebozo de bolita
y una saya nuevecita y unos bajos de charol;
con su faz encantadora más hermosa que la aurora
que colora la extensión;
con sus labios de carmines,
que parecen colorines, y su cutis de piñón;
se dirige al campamento donde reina el movimiento
y hay mitote y hay licor;
porque ayer fue bueno el día,
pues cayó en la serranía un convoy del invasor.

Qué mañana tan hermosa: ¡cuánto verde, cuánta rosa!
y qué linda en la extensión
rosa y verde se destaca
con su escolta la chinaca que va a ver a Pantaleón.




Tan tan.
*Este libro fue un obsequio de mi madre... aunque ella nunca lo supo, je je.
Hoy fue rescatado en Cancún de las garras del olvido.

01 June 2009

De Eydie Gorme




Comencé este post pensando en escribir sobre Eydie Gorme, su anexión indeleble a Los Panchos y el cómo esta voz, este trío y estos ritmos marcaron en definitiva y para siempre la historia musical de mi vida.

Mencionaba así mismo que el 'soundtrack' de mi infancia sería un fraude si sustrajéramos a este cuarteto de románticos empedernidos y en una estrofa hacía mención a la mella que esta amalgama de cuerdas y voces causaba en la adusta actitud de mi madre, quien, como menciono en una broma recurrente, 'co-escribió el manual de procedimientos de la Gestapo'.

Y a la luz del entendimiento —y de la justicia— me cae el veinte de que sólo he pregonado de ella —de mi madre— la inquebrantable rigidez de su educación, su pertenencia a grupos 'elite' de la iglesia católica, su envidiable puntería de apache y la sublime sensibilidad del gatillo que lo mismo disparaba su chancla Dr. Schols que una vara pelada de manzano o la inolvidable cuchara de peltre azúl que encontró en mi párvulo trasero destino y muerte.

Pero mi madre es mucho más que esa figura adusta e inquebrantable. Mi madre sabía (sabe) reír hasta la lágrima, sabe conversar de muchas cosas que no son religión o proféticas desventuras, tiene suficiente memoria y valor civil para reconocer que se volaba la plata de los tíos destinada a sufragar los gastos de mantenimiento dental para fugarse de pachanga con sus cuates, allá a mediados del siglo XX.

De ella aprendí a leer y a escribir, y no me enorgullece confesar que sustraje de sus neuronas hasta la última gota de paciencia en el proceso. Pero puedo decir con orgullo que hizo un buen trabajo.

Ella fue quien me permitió usar su radio de onda corta y en las noches solitarias de verano hurgar en el horizonte de la frecuencia modulada. En ese armatoste de bulbos fue que por primera vez escuché a una canadiense llamada Sarah McLachlan, y su voz me prendió para siempre.

Ah, Lupita, Lupita...

¿Reías más antes de que Don Arturo se marchara o es sólo mi imaginación?

Cargaste sobre tus hombros la inmensa, la titánica, la inenarrable responsabilidad de educar a seis hijos, los que dios te mandó en una mala broma al no incluir instructivo ni financiamiento para ello. Y si bien no dudo que en algún momento pasó por tu cabeza, no tiraste la toalla. ¿Cómo hiciste?

No te faltaron prtendientes, y sin embargo decidiste seguir sola. Misterio insondeable para mí hasta este día, en que me gustaría verte envejeciendo al lado de alguien que —seguro estoy— sabría aprender a amarte y a lidiar con los seis engendretes que llevan tu sagre y tu apellido.

Gran parte del humor negro y ácido que nutre mis letras y mis palabras ha sido herencia tuya. Que nadie dude de tu inteligencia. Seguro estoy que habrías llegado a ser lo que te viniera en gana de haber tenido la oportunidad de hacerlo. Pero las mujeres de bien se quedaban en casa cuidando escuincles y atendiendo maridos. Qué le vamos a hacer....

¿Qué hacías en Michoacán en esas ausencias que duraban tanto? ¿Traficabas maderas, acaso? He de confesar que es mi primera opción, si de adivinar se trata.

No hace mucho me heredaste en vida una docena de monedas olímpicas. Plata maciza, sólida y a la vez reluciente y canturreante (como tú). Te ilusiona que te dé nietos, que camine al altar del brazo de una doncella católica y virginal a la cual llames 'nuera'. Si la vida por fin deja de traerme como rehilete en huracán, quizás siente cabeza y acuda al llamado de las arras... aunque de nietos, altar y demás parafernalia haya muy poco... O nada.

Se que te he decepcionado en muchas —las más— de las decisiones que tomado en estos casi 8 lustros. Que no soy exactamente lo que habrías querido que fuera de tu benjamín: No fui ingeniero, sino diseñador. No soy católico —aunque el dogma opine lo contrario—, sino pagano declaradísimo. No soy millonario con la vida resulta antes de los 40, sino un errático explorador de la cotidianeidad financiera. Ni contraje nupcias a por todo lo alto, ni traido nuevos católicos al redil del Señor. Ni... ni.... ni....

En fin... creo que soy más la imagen de tus pesadillas que de tus sueños, si es que alguno hubo conmigo en el vientre, después de 5 chavales. Se que más por resignación devota que por convicción maternal es que estoy aquí. Y no te culpo. ¿Cómo hacerlo?

Soy en gran parte lo que tú, para bien, para mal, para todo, has hecho de mí.

Y creo que no he tenido la sensatez ni la decencia de decirte, desde el fondo de este corazón maltrecho, agujereado y reciclado, que te agradezco cada día de mi vida.

Aunque las más de las veces no se note, ni te lo diga a menudo.

Gracias, madre.

Jueves Santo Sui Géneris.



Toluca es una ciudad cuyos habitantes se han caracterizado por años (¿siglos?) por su férrea actitud católica. "Mochos" es un adjetivo muy utilizado para describir a los nativos de la capital del Estado de México. Un conocido mío afirmaba que las mujeres "socialités" de esta ciudad eran niñas que salían a la calle "de falda larga pero sin calzones".

El jueves santo pasado (ya se, fue hace más de un mes para cuando publique este 'post'), la dueña de mis suspiros, —mi 'significant other'— y quien esto escribe fuimos a desquitar la vena pagana que nos une y nos aventuramos a apersonamos en afamado restaurante de carnitas ubicado en la carretera México-Toluca, no sin el temor de que estuviera fuera de servicio, pues esta fecha, lo sabrán los católicos, es una fecha de las llamadas "de guardar", y por tanto, el canon demanda ayuno, abstinencia de carne y misa obligatoria.

Pues bien, la primera sorpresa de la tarde fue que el local no sólo estaba abierto, sino atestado de fieles, los más con crucifijos de los más diversos materiales colgando al pecho. El mesero, ajetreado y claramente apresurado, dejó las cartas, nos tomó laorden de bebidas y salió corriendo, pues la clientela aumentaba por minuto.

Ordenamos. Medio kilogramo de carnitas de cerdo con cuerito (salivo como perro al escribir y recordar, casi tanto como al ordenarlas y tenerlas en la mesa).

No habían desfilado por las armas más de dos tacos, cuando el sonido ambiental fue silenciado y dio lugar a música ¡irlandesa! Las miradas se dirigieron al centro de la construcción, donde tres parejas de muchachos con claros rasgos anglosajones interpretaban una pieza de riverdance. Seis güerejos desteñidos bailando al son de música irlandesa en una taquería de Toluca...¿se lo imaginan?

Si este capítulo no ha sido suficientemente surreal, al terminar su presentación (4 piezas, aplausos, vuelta al sonido ambiente), cada uno de los rubiezuelos citados se esparció por diferentes áreas del restaurante, poniendo a la venta unos discos compactos, los cuales me aventuré a adivinar de música celta. ¡Oh error! Eran discos de música católica, en el mal estructurado pero bien esforzado castellano de la chica que se acercó a nuestra mesa: "de canciones para reforzar los valores cristianos en los niños".

Así que en un capítulo de coherencia desarticulada, en un jueves santo, una seisena de muchachos anglosajones de religión católica bailaron al ritmo pagano de la música tradicional irlandesa, con el fin de vender discos de música religiosa a una concurrencia que —siendo mayormente católica— se encontraba rompiendo los preceptos de la religión que ejecutantes y público profesaban, en una taquería de carnitas, a las puertas de la religiosa ciudad de Toluca...

¿Soy sólo yo, o esta podría ser una página de los diarios de André Breton?